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… el mundo se resfría. Eso es lo que dice el refrán en economía, dando a entender que la economía mundial depende en gran medida del devenir de la economía americana. Y no es para menos: el peso de la economía estadounidense en el cómputo global se encuentra en aproximadamente un 25% (España sólo representa un 1,5%).
En este 2022, por primera vez desde la gran crisis financiera, EEUU ha entrado en recesión técnica (dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo). ¿Es esto suficiente para concluir que la economía global va a entrar en recesión?

Señales contradictorias

El PIB trimestral nos lleva a pensar que estamos en recesión (gráfico de la derecha), pero existen más indicadores: el paro (en niveles mínimos del 3,5%), las ventas de coches (aún recuperando niveles), el inmobiliario (en ralentización), las ventas minoristas (aún en niveles superiores a los anteriores a la pandemia), la confianza del consumidor (con 3 meses consecutivos cayendo), la inversión de la curva de tipos, etc. Pero ¿qué es lo que realmente se espera?
Eso es precisamente lo que los economistas tratan de resolver, sin ser capaces todavía de llegar a un consenso. Los distintos indicadores dan señales contradictorias, y cuando esto sucede tiende a pensarse en un cambio de ciclo: pasar de un ciclo alcista a uno bajista o al revés. Y esto, ¿por qué? Tanto sectores como indicadores llevan distintos ritmos, de forma que lo que para unos ya es una realidad, para otros no es más que una hipótesis. De ahí la divergencia en las señales.

¿Cómo nos puede afectar?

No tenemos la certeza de que estemos entrando en una recesión, pero es cierto que nos encontramos en un periodo de menor crecimiento, con una inflación muy elevada actualmente, tal y como indica el Banco Mundial. En esta situación, y por venir de un periodo con medidas de estímulo aún encima de la mesa, los bancos centrales tienen un estrecho margen de maniobra. Esta situación incrementa el riesgo de estanflación (estancamiento económico con inflación) que lleva a reducir el ahorro por dos vías. Por un lado, la falta de crecimiento obliga  a  ajustarse el cinturón (bajando el gasto) o derivar  ahorros para
combatir el gasto corriente. Por otro lado, la inflación reduce el poder adquisitivo obligando a derivar más dinero para el mismo fin. 
Todo lo anterior va en contra del consumo, perjudicando por tanto a la economía española, con gran dependencia del sector servicios (80%) y poco margen de mejora por el lado de la producción industrial por su reducido peso.
La dependencia global, y la española en particular de la economía americana, a la vista del gráfico, está más que comprobada. Y si ellos estornudan…

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