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Invertir significa arriesgar, y solo se debe arriesgar aquello que se esté dispuesto a perder. Ante esto, lo conveniente es que toda inversión vaya unida a una estrategia, alineada con el riesgo del inversor y con un horizonte temporal definido. Pero, lo cierto, es que en esta premisa no está incluído el factor “miedo”,  que surge en situaciones extraordinarias de mercado provocando dudas y reacciones emocionales del inversor. 

Las decisiones tomadas en momentos poco adecuados pueden convertir buenas estrategias de inversión en un mero juego de azar.

La incertidumbre, un incómodo compañero
No es tarea fácil para el inversor saber cuándo y dónde invertir. La gran diversidad de posibilidades que ofrece el mercado a la hora de elegir un producto requiere, en ocasiones, de un elevado conocimiento financiero. Pero, aún con el conocimiento financiero suficiente, es relativamente fácil equivocarse cuando entran en juego factores emocionales e irracionales.
A modo de ejemplo, un inversor tiene una cartera construida para el largo plazo(+de 5 años), pero los mercados empiezan a caer aceleradamente, ¿quién no se siente tentado por la situación del momento prefiriendo reducir el riesgo?. En ese momento, para el inversor,  la estructura de la cartera pasa a un segundo plano, lo que prima es actuar rápidamente ante la incertidumbre presente. Ahí es cuando el inversor prioriza el factor “riesgo” ante el factor “tiempo” de la inversión. La visión del inversor cambia, pasando de una visión de largo plazo a una visión cortoplacista. Desgraciadamente, es muy frecuente evaluar inversiones de largo plazo (5 años) en períodos que no corresponde, como pueda ser un año.
La incertidumbre, en la mayoría de las ocasiones genera una situación de inseguridad y desconfianza que lleva a una precipitada toma de decisiones. Por lo tanto, la mejor forma de enfrentarse a ella es con una buena planificación. 
Es imprescindible saber planificar (independientemente del patrimonio) y ser fiel a los principios de la inversión, dejando actuar a la metodología preestablecida. Se debe saber conjugar muy bien los dos factores: el espacio temporal de la inversión y el riesgo real del inversor.

El siguiente gráfico muestra los resultados de dos carteras reales que siguen la misma estrategia de inversión, riesgo y horizonte temporal (+10 años). Pero ante una situación excepcional (Covid) las reacciones de los inversores son muy diferentes. El inversor (color verde) mantiene su visión de largo plazo y sigue su plan establecido, su mirada está a 10 años vista. Por el contrario, el inversor (color rojo) se ha dejado llevar por la situación y las emociones, se ha olvidado del factor tiempo. Una decisión que ha supuesto dejar de ganar para el mismo período un 10.39%.

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